elefantes a granel

Intentando volver a escribir, disculpen la torpeza en la caligrafía.

 

Cientos de elefantes desfilan por el cielo. Abajo la ciudad bulle su alarido de motores cenicientos, futuras cebollas de alta gamma. …allí va la ciudad hacia el fin del barranco, realiza su costumbre hacia el desgaste, la muerte misma la espera en sus bocacalles sentada, tal vez, o en la esquina. Un incierto complejo de pasiones la anima, y sacude su carne fofa hacia una u otra orilla. Alla va la ciudad soberbia, desaprensiva, tozuda, alli va con su dermis de hormigón, y su pasión por fagocitar humanos. Sobre su techo de luz y sol, miles de elefantes indiferentes caminan su pausado paso. Su parsimonia milenaria y su número tan abultado, impregnan al cielo entero de un gris aterciopelado.

Lento peregrinar, absorto alboroto de elefantes prolijos que solitos y sin chistar trajinan sin carga, hacia el infinito y más allá. ¿Qué harán? ¿por qué tantos? ¿sabrán dónde ir? ¿a dónde irán? ¿será su reunión anual? No pude menos que mirarlos por un instante, ya que pronto una manada de automóviles me llevaba por delante. Inmerso en el tormento accioné sin denuedo mi marcha. Sin estruendo me estrellé, cuando delante mío paso un elefante y por esquivarlo choqué.

Bocarriba, en el asfalto, se abalanzaban sobre mi, y más allá en el espacio, mas abjo, en el cielo, cientos, miles de elefantes serenos continuaban su ritual. ¿Nadie mas podía verlos? ¿Si quiera sospecharlos en el firmamento? Tantos elefantes, tan terrestres, tan enormes, tan inmensos, tanto cielo y todo gris. El asfalto mojado, y mi alma deshecha, mi cuerpo abollado, y mi intelecto boyando cerca del cielo, colgando de un elefante, queriendo interrogarlo, hasta dar con la idea cierta: ¿y si tan sólo fuera una nube?

 

elnico